Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 30 de mayo de 2010

Homilía Dominical

Solemnidad de la Santísima Trinidad
Lecturas

Pr 8, 22-31
Rm, 5,1- 5
Jn 16, 12-15

Hoy la Iglesia nos propone celebrar y adorar de una manera especial a la Santísima Trinidad. Aunque desborda nuestro intelecto y parece hacer estallar nuestras categorías mentales, se trata de un misterio profundamente racional. Además, es importantísimo tratar de comprenderlo para entender mejor cómo es nuestro Dios, y para entendernos también nosotros, que somos su imagen y semejanza.

Si prestamos atención al despliegue litúrgico de la historia de la salvación, descubrimos casi espontáneamente que, en sus obras, Dios se manifiesta de distintas maneras. Es un Dios que crea, que da la vida, que es origen de todo lo que existe. En ese sentido, con toda razón puede ser llamado Padre, porque engendra, educa, acompaña. También el año litúrgico nos hace contemplar su incansable búsqueda del hombre, extraviado desde el origen de los tiempos por el pecado original: así lo vemos hacerse hombre y entregarse a la muerte. Es decir, se hace hermano nuestro, y por lo tanto, se muestra como Hijo. Y para culminar su obra redentora, después de resucitar promete y envía al Espíritu santificador. De este modo, al recorrer la historia salvífica, naturalmente comprendemos que Dios no tiene un solo rostro, sino que se reveló de distintas maneras: como Padre, Hijo y Espíritu. El nuestro es un Dios que se ha dado a conocer como comunión de personas: ¡la Trinidad es otra manera de decir que Dios es Amor!

Qué importante, para nuestra existencia cristiana cotidiana, no quedarnos ante la Trinidad como si fuera una abstracción lejana, o una construcción intelectual que nada tiene que ver con nuestra vida. Algunas experiencias humanas pueden ayudarnos a "saborear" más intensamente este rico dogma de nuestra fe. La primera lectura de hoy nos hacía oír el diálogo que la Sabiduría de Dios mantiene consigo misma. Como si Dios hablara consigo mismo y se relatara lo que ha hecho desde siempre: crear la belleza y el poder del universo, las aguas majestuosas, las montañas y abismos. La Trinidad también es eso: el eterno diálogo de amor que Dios mantiene en su intimidad, y al cual nosotros estamos invitados. Esta experiencia no es ajena a nuestra humanidad. En cada uno de nosotros también se da esta incensante conversación con nuestro propio yo. Si prestamos atención descubrimos que nos acompaña siempre un testigo silencioso, que es la propia conciencia. El diálogo con ella es el pensamiento, que nunca se detiene en nosotros.

Así como nunca dejamos de respirar, porque somos vivientes, tampoco nunca dejamos de pensar, porque somos humanos. Y a este fenómeno hay que cuidarlo mucho. La sociedad de hoy lo hace difícil: nos atiborra de imágenes, nos manipula emocionalmente, nos quita la serenidad... El mensaje parecer ser: "no pensés", "disfrutá", "hacé la tuya", "no te comprometás"... Algunos llaman "pensamiento débil" a esta forma "light" de vivir. Pero si el pensamiento se debilita, también la fe se enferma, porque ella necesita de la razón, y lo que es más grave, se daña nuestra condición humana. Sin pensamiento sólido, el hombre queda expuesto e indefenso ante la lógica del poder. Por otra parte, el diálogo con nuestro propio yo condiciona nuestras relaciones humanas: si "lo que te decís" a vos mismo no es verdadero, sano, amable, entonces toda vinculación con el prójimo quedará marcada por este desequilibrio interior. Muchas veces los prejuicios, sentimientos de hostilidad, desconfianza o agresividad hacia el prójimo, ¡no son sino consecuencias de la negatividad del propio yo!

La última reflexión que sugiere el final del texto de los Proverbios. La Sabiduría de Dios dice: "yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba recreándome delante de él". Los verbos hebreos utilizados en este fragmento significan jugar, divertirse. ¡Como si la sabiduría encontrase placer y felicidad en crear el mundo! Efectivamente, Dios no ha creado las cosas por necesidad, sino por amor, es decir, gratuitamente. Y parecería invitar al hombre a este tipo de vinculación con Él: una relación donde hay lugar para lo gratuito, para las cosas que hacemos simplemente porque son lindas y agradables. Sin dudas, el trato con Dios supone responsabilidad, pero estos textos muestran que el nuestro no es un Dios tan tremendo, sino que nos invita a desdramatizar muchas situaciones y a sentir la confianza de un Dios amigable: su alegría es estar con los hijos de los hombres.

P. Gerardo Galetto

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