Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 4 de julio de 2010

Homilía Dominical

14° Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Is 66, 10-14c
Gal 6, 14-18
Lc 10, 1-9


El domingo pasado escuchábamos a Jesús que -mientras iba camino a Jerusalén- enviaba a sus apóstoles a preparar el camino. Hoy envía a otro grupo de discípulos denominados simplemente como "los setenta y dos" a los cuales expresamente se los menciona como distintos de los Apóstoles. Parecería que se trata de una primera indicación de la constitución plural de la comunidad de Jesús, donde no caben dudas de que hay una jerarquía (los Doce) pero también seguidores que tienen una responsabilidad y una misión a desempeñar. Tal vez en ellos podamos vernos nosotros, bautizados, incorporados al pueblo de Dios y llamados a participar en la construcción del Reino.

Este es el tema central de la prédica y la obra del Señor: el "Reino" de Dios. Para que pudieran entenderlo Jesús tuvo que esforzarse en cambiar la mentalidad de sus seguidores, que tenían conceptos erróneos acerca de lo que debía ser el "Reino de Israel". No sólo la gente, sino también los discípulos y los mismos apóstoles, pensaban el Reino en categorías políticas, como si fuera una realidad comparable a los reinos de este mundo. Por ello constrastaba tanto -y a veces desilusionaba- la prédica y la misma persona de Jesús, que quería inculcar otra perspectiva. La novedad de la Buena Noticia está en que el Reino no depende del poder, sino del amor, de la entrega, del desprendimiento..., actitudes que el mismo Jesús vivió hasta el extremo. Por eso, el Reino se identifica con la persona de Jesús Resucitado: cuando en el Padrenuestro pedimos "que venga tu Reino" le estamos pidiendo a Dios Padre que venga Jesús a nuestra vida, a encontrarse con todo lo nuestro, con nuestra historia y todas sus circunstancias.

De ahí que el discurso que escuchamos está encaminado a precisar estas ideas en el corazón de sus seguidores. Lo que les dice, tomando metáforas de su tiempo y de su cultura, es que el Reino no necesita acciones extraordinarias, sino un espíritu nuevo para hacer lo de siempre. El servidor del Reino no vive cosas distintas, sino de una manera diferente. Las actitudes del reino son la no violencia (como ovejas en medio de lobos), el desprendimiento de los bienes materiales (el dinero, las provisiones...). La recomendación de no detenerse a saludar por el camino parecería prevenir contra la actitud de los fariseos a quienes les gusta que los saluden en las plazas , así como la de aquellos que pierden libertad ante las relaciones sociales: en aquel tiempo se medía mucho quién saludaba a quién, como signo de honor y respeto, como expresión de vinculaciones que podían ser humanamente más o menos importantes. Jesús no dice que esto esté mal, sino pide que no te detenga, es decir, que no te quite libertad ni dinamismo. El hecho de comer lo que te sirvan es un signo de involucrarse con la historia y la suerte de los demás: la mesa y la comida en Israel son signo de compartir la vida. En definitia, el mensajero del Reino, el cristiano, está llamado a ser un hombre entre los hombres, a mezclarse con sus hermanos para ser sal y luz, levadura en la masa.

Otro tema que destacan las lecturas de hoy es el de la alegría. Este es el signo más claro del Reino de Dios. Esta alegría es más que una emoción: es una actitud ante la vida. Tiene que ver con la creatura nueva de la que habla la segunda lectura. Jesús les enseña a sus discípulos de qué tienen que alegrarse: no del éxito humano que parecen haber tenido en su misión (somenten a los demonios!) sino de que sus nombres estén en el cielo. El nombre en la tradición bíblica expresa el destino de cada uno: nuestro destino es el Reino y la plenitud que éste significa. El mundo de hoy sufre por falta de alegría y felicidad. Tal vez tengamos que aprender que no es un fin en sí mismo que se pueda buscar directamente. Es más bien el fruto y la consecuencia inevitable de un estilo y una manera de vivir. Así como la sombra acompaña a quien se expone a la luz, también la alegría surge cuando hacemos lo que tenemos que hacer. Por el contrario, el que quiera atrapar su propia sombra terminará dando vueltas infrucutosamente sobre sí mismo. ¡Vivir sólo pensando en la felicidad individual es la forma más segura de no alcanzarla!

P. Gerardo Galetto

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