Al ponerme a redactar estas líneas me pregunté ¿cuál sería el motivo de aquella vivencia que aún hoy permanece, y que forma parte de nuestra historia y riqueza? Todos hemos tenido a lo largo de nuestra vida muchas relaciones que nos han enriquecido y que valoramos, pero hay algo, sin embargo, que pertenece a los “amigos de la primera parte de la vida”. No seríamos lo que somos sin esa parte de nuestra historia. Noto como dos etapas en nuestra vida que debemos valorar. La primera se refiere a aquel tiempo primero de nuestra adolescencia o juventud, la otra al tiempo en que asumimos diversas opciones. Ambas etapas forman una continuidad dentro de esa normal y necesaria discontinuidad de la vida. Lo importante en ellas es la calidad de la amistad vivida. La auténtica amistad habla de una relación libre, gratuita, que no es interesada, sólo se contenta con la presencia del amigo sin hacer especulaciones. Diría que no busca tener más, o valerse de esa amistad para escalar u obtener algún beneficio, sino que, por no ser interesada, nos ayuda a ser más porque se alegra con poco. Al amigo lo debemos considerar, por lo mismo, en el nivel de nuestro ser y no del tener.
Otro aspecto a tener en cuenta, pienso, es no vaciar a la amistad de la persona del amigo. Nos puede gustar la amistad por el eco que ella produce en nosotros, nos hace sentir bien, la difrutamos, tal vez con algo de egoísmo. El amigo es una presencia que en un momento nos puede necesitar, tenemos que pensar en él y, tal vez, hacernos cargo de alguna dificultad. El gozo de la amistad puede tener algo de subjetivo y egoísta, la presencia del amigo nos habla de donación y entrega. Hay personas que se quejan de no tener amigos, tal vez sólo buscaron una gratificación. En una cultura del zapping corremos el peligro de no tener relaciones estables y, por ello, no tener amigos. Uno de los temas más preocupantes hoy es la soledad de quienes están rodeados de posibles amigos, pero que no los descubren. Espero que estas reflexiones, inspiradas en la carta de un amigo y confirmadas por mi experiencia personal, nos sirvan para agradecer y recordar a la persona del amigo, fuente de una auténtica amistad.
Reciban de su Obispo en este Día del Amigo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Gracias por este compatir un saludo
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