Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 17 de julio de 2011

Homilía Dominical

Domingo XVI del TO - Ciclo A

Lecturas

Sab 12, 13.16-19
Rom 8, 26-27
Mt 13, 24-43


La parábola de hoy nos dice que el Señor espera de nuestra vida los frutos de lo que Él sembró en nosotros. Espera que dé trigo y no cizaña. La cizaña daña, no sirve para alimento. El trigo, en cambio, se transforma en pan que hace crecer la vida. Jesús es el grano de trigo que entregado, hundido en la tierra, se hizo nuestro alimento. Así también espera que nosotros, siguiéndolo por este camino, demos frutos de Vida en el mundo.

Pero también nos enseña que no se puede fructificar si no es tolerando la cizaña junto a nosotros (¡y en nosotros!). No quiere cortar la maleza porque corre riesgo el grano. Sólo por el fruto se estará seguro de quién es quién. Su mirada paciente espera que todas las plantas puedan dar finalmente trigo.

Siempre que en la historia de la Iglesia se ha querido separar prematuramente trigo y cizaña, buenos y malos, puros y pecadores, los resultados han sido dañosos para toda la cosecha: cismas, herejías, enfrentamientos, etc. Lo mismo sucede en nuestras comunidades más pequeñas. El Señor nos quiere contagiar su paciencia, fruto de su amor todopoderoso. Lo cual no significa transar con el mal sino aceptar que va a estar con nosotros mientras no llegue el tiempo final de la recolección. Debemos soportarlo con mansedumbre y luchar con energía contra él, pero sin buscar eliminar al pecador sino ayudándolo y esperando (¡cuánto bien nos hace que nos miren con esperanza!) que dé buenos frutos.

Solamente podemos adoptar esta actitud si nosotros mismos vivimos así, bajo la mirada misericordiosa y paciente del Padre, nuestra lucha diaria con el mal que está presente en nuestro propio corazón. En esta lucha, el mal del otro se puede convertir en una ayuda. Su orgullo pone en evidencia el mío, su ambición descubre la mía, etc., y así me señala y me impulsa a recorrer el camino de mi propia conversión.

Que el pan que recibimos cada Domingo transforme nuestra vida en alimento para nuestros hermanos y los ayude a dar buenos frutos. Así, juntos, creceremos en la alegría por la abundancia de la cosecha.

"Dejen que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la cosecha."
P. Daniel Gazze

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