Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

_______________________________________________________

:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


_____________________________________________

domingo, 22 de agosto de 2010

Homilía Dominical

21º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas

Is 66, 18-21
Hb 12, 5-7. 11-13
Lc 13, 22-30



En el Evangelio de hoy Jesús resalta una característica de la enseñanza suya, que no siempre fue entendida por sus interlocutores: la universalidad de la salvación. Efectivamente, todas las religiones se plantean preguntas como: ¿qué hay que hacer para salvarse?, ¿quiénes son los que se salvan?, ¿son pocos los que se salvan? Esta última es la pregunta que le dirige alguien de la multitud a Jesús, y lo que motiva la respuesta del Señor. En primer lugar, llama la atención que la imagen utilizada para ilustrar la salvación sea la de un banquete. Es una metáfora que sugiere alegría, felicidad, vida. Eso es la salvación, que por otra parte, no tiene un carácter meramente individual. En un banquete se comparte la comida, la mesa, la conversación. Compartir es una actitud propia del anuncio cristiano, ya que la salvación tiene un tinte eminentemente social.

Y Jesús dice que son muchos los que vendrán a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Al celebrar la Eucaristía, anticipo real del banquete definitivo, escuchamos que Jesús vuelve a derramar su sangre por nosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Esto significa que la voluntad de Dios es que nadie se quede afuera de la salvación, por eso el Evangelio subraya que no hay pre requisitos raciales, ni culturales, ni geográficos: vendrán del norte y del sur, de oriente y de occidente a ocupar su lugar en el Reino. Es una tentación pensar que la religión es para pocos: los buenos, los sabios, los puros, los iluminados...¡siempre podemos hacer listas de lo que nos parece a nosotros que debería ser la condición para salvarse! Por eso, aceptar la salvación supone cambiar de mentalidad.

A este cambio se refiere la expresión de que los últimos serán los primeros. Ante todo, la frase tiene que ver con la situación de los interlocutores de Jesús, pertenecientes al pueblo de Israel. A ellos Dios les habló primero; nosotros, que provenimos de las naciones paganas, llegamos último, pero también estamos invitados al banquete. Eso es lo que no pudieron entender muchos dirigentes religiosos del tiempo de Jesús. También la expresión refiere al cambio necesario en cuanto a los criterios de este mundo que nos enseña a competir, a superar, a ganarle al otro, a llegar "primero"... Los criterios del evangelio tienen otra lógica, del desprendimiento de la libertad interior, del servicio... Quien vive pensando en "primerear" seguramente no entenderá nada del mensaje de Jesús.

Ahora bien, también es cierto que la salvación ofrecida gratuitamente a todos no es una cuestión automática. Lo que Dios nos regala necesita de nuestra respuesta personal, libre y comprometida. Por eso el Señor habla de entrar por la puerta estrecha. Esta metáfora hace referencia al esfuerzo necesario para corresponder al amor generoso de nuestro Padre, ya que los que obran el mal no pueden alegar otros títulos para evitar el proceso de conversión. La salvación supone el compromiso responsable del creyente, que en su libertad tiene que decidirse. También hay que reconocer que la puerta estrecha es más que una invitación al voluntarismo moral: es una invitación a la sabiduría, al discernimiento, a la capacidad de reconocer cuáles son las cosas verdaderamente importantes en la vida. El episodio que proclamamos tiene lugar cuando Jesús subía a Jerusalén. La ciudad Santa está rodeada de murallas, y tiene muchas puertas. A veces en la vida todos podemos equivocarnos al pensar que la única que vale es "la puerta grande", cuando en realidad el Evangelio nos invita a mirar de otra manera. ¡Cuántas puertas que parecen "grandes" e "importantes" y que no conducen a ningún lugar! ¡No tienen salida! Jesús nos invita a reconocer que "lo pequeño", "lo cotidiano", lo que puede parecer estrecho y monótono en la vida de todos los días es muchas veces la "puerta" para abrir el Reino de Dios.

Y por último, recordemos con gratitud que nosostros ya hemos pasado la "puerta", ya hemos ingresado a la salvación. Desde el Bautismo hemos sido incorporados a Cristo Resucitado: ahora tenemos que mantener viva esta realidad.

P. Gerardo Galetto

No hay comentarios:

Publicar un comentario