
Por ello hablamos del Evangelio de la Familia como de una realidad que tiene su raíz en el designio creador de Dios, que ha creado al hombre varón y mujer y ha puesto en ellos el misterio de la generación de la vida. La Familia se convierte, así, en un signo que nos revela el amor de Dios creador y la verdad del hombre. Ella es escuela de amor y cuidado de la vida, pero es también profecía para el mundo. Por ello a la Familia hay que predicarla como parte del Evangelio de Jesucristo que vino a darnos Vida plena.
La Familia fundada sobre el matrimonio, es decir, la unión libre y estable del hombre y la mujer, además de una realidad es un ideal. Esto nos habla de un hecho que tiene una estructura propia basada en la diversidad y complementariedad sexual, que se ordena a la vida y a la realización de sus miembros pero es, al mismo tiempo, un ideal que requiere actitudes de entrega, de presencia y de solidaridad. El nivel de la Familia va a depender del nivel de vida y compromiso de sus miembros. Como todo lo que pertenece al ámbito de la libertad del hombre, también la familia necesita de conductas y gestos que le permitan ser lo que está llamada a ser: esa escuela única de amor y de vida, donde cada uno va creciendo y descubriendo su dignidad y responsabilidad como persona. Por ello, Juan Pablo II, decía: “Familia sé lo que eres”, es decir, profundiza y vive tu vocación. La Familia tiene algo dado por la naturaleza, pero debe ser asumida, enriquecida y cuidada por sus miembros como por la sociedad.
Recuerdo cuando en la Mesa del Diálogo santafesino, que es un ámbito de encuentro y de reflexión formado por miembros provenientes de distintos credos religiosos, rectores de las tres universidades de Santa Fe, como de instituciones del quehacer económico y social, nos propusimos destacar tres ejes sobre las cuales trabajar para recuperar el nivel de vida y autoestima de nuestra ciudad, ellos fueron: la familia, la educación y el trabajo. En la ausencia y descuido de estas realidades veíamos la causa del deterioro de la calidad de vida en nuestra sociedad. Estamos acostumbrados a ver y a manejar estadísticas de los efectos de este deterioro social, por ejemplo, cuando hablamos de la violencia y el número de muertes, de la droga y el robo, de la inseguridad y la marginalidad, todo ello es cierto. Pocas veces hablamos de las causas, de aquello que genera este estado. Aquí aparecía el valor insustituible de la Familia como escuela de vida y de aprendizaje social, que cuida y orienta el camino del niño. Es criminal, por ello, una sociedad que no sostiene cultural y económicamente a la Familia.
Que al mirar en el pesebre a la Sagrada Familia de Jesús, sepamos valorar el significado de esa realidad tan cercana que es nuestra propia Familia, a la cual nos debemos, pero que también ella espera y depende de cada uno de nosotros. Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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