Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 27 de diciembre de 2009

Homilía Dominical

Fiesta de la Sagrada Familia
Lecturas

1 Sm 1, 20-22 . 24-28

1 Jn 3, 1-2 . 21-24
Lc 2,41-52



Con el eco de la celebración navideña, la liturgia continúa celebrando el misterio de la Encarnación del Señor. Navidad nos invita a contemplar en el pesebre al Dios Niño, al Dios hombre.

Y hoy, con esta fiesta de la Sagrada Familia, nos ayuda a repensar esta dimensión tan importante de la humanidad de Jesús y de la nuestra propia. ¡Cuánto le debe Jesús -lo vemos en la Escritura- a su familia humana! Y cuánto le debemos nosotros a sus padres humanos, que lo ayudaron a desarrollarse y descubrir -humanamente- su vocación redentora. ¡Cuánto que ha hecho María por este misterio de navidad! Le debemos gratitud por su actitud de fe, por la escucha y docilidad a la Palabra, y porque en ella Dios tomó nuestra carne humana. ¡Cuánto que le debemos también a José, que tuvo un protagonismo silencioso pero muy fuerte, y que tuvo una fe tan grande como la de María! Sin ser el padre biológico de Jesús, por la fe en Dios y la confianza en María, asume a su esposa y a su hijo, para que se pudiera cumplir así la promesa de que el Salvador nacería de la familia de David. En esto consiste lo más auténtico de la paternidad: no es el mero hecho biológico, sino el asumir, el aceptar el don de la vida, el responsabilizarse por su desarrollo y crecimiento.

Gracias al protagonismo de José, el Niño salva su vida en los momentos de persecución, cuando Herodes lo quiere asesinar. Es José el que según la Escritura realiza un acompañamiento que sin duda maracará la personalidad humana de Jesús. José educa porque transmite valores: valores religiosos (suben al templo todos los años), valores humanos (el trabajo, un oficio), valores varoniles (la presencia junto a su mujer en momentos cruciales, la predilección por las acciones antes que las palabras).

Pienso que a la luz de estos ejemplos hoy tenemos que dar gracias por nuestras propias familias y ver todo lo que de ellas hemos recibido. Reconocer con gratitud incluso a pesar de las inevitables imperfecciones, que la Encarnación nos invita a asumir como parte de la realidad. Hay que decirlo con todas las letras: no existen familias perfectas. No existen padres, madres, hijos, hermanos perfectos. No existen cónyuges perfectos... ¡La perfección humana no existe! Es una peligrosa ilusión de la que nos tenemos que librar, si no queremos equivocar mucho el camino. Amar lo perfecto -Dios- no tiene mucha dificultad. La gracia está en amar a los seres concretos que están junto a nosotros y a nosotros mismos con todas las imperfecciones que podamos tener. ¡Así nos ama Dios!

Del Evangelio proclamado quisiera subrayar dos actitudes, que creo pueden ayudar a entender la familia de Jesús y que me parecen importantes para la tarea de la familia en el contexto actual. El pasaje proclamado nos muestra una situación de ruptura, hay casi como un nuevo parto de María y de su esposo. Hay una situación de incomprensión con respecto a la actitud que ha tomado el hijo que se ha quedado en Jerusalén y hay como un reproche. Parecería que María y José se sienten heridos por la acción de Jesús, como si pensaran que no merecían ese comportamiento: "Hijo, ¿Por qué nos hiciste esto?... Te buscábamos angustiados". Sin dudas, la familia es el ámbito de la protección de la vida, el cuidado de los hijos y la contención mutua. Pero también es el lugar donde tenemos que aprender a desprendernos y a recorrer nuestro propio camino. Esto a veces supone ciertos desafíos y dificultades, que hay que afrontar con la mayor serenidad posible, aunque no es anormal que surja la angustia, como escuchamos en labios de María. La Escritura dice, ya en su primera página, que el hombre dejará a su padre y a su madre, y en este pasaje Jesús comienza a dejar su hogar, comienza a dejar la infancia y entra en la adultez. (1)

Por distintos motivos, en nuestra sociedad actual, el "abandono del nido" asusta un poco y no siempre se lo realiza. La infancia no termina de irse, la adolescencia se prolonga: parecería que el estado adulto cuesta un poco en nuestro mundo light. La familia de Nazareth en cambio, se presenta como modelo de vínculos no posesivos. ¡Cuánto se lastima -no sólo a la familia sino a todas las relaciones humanas- cuando confundimos los vínculos con cadenas que nos atan, o nos hacen creer que tenemos derecho a adueñarnos de los demás! Las relaciones humanas maduras siempre están marcadas por la autonomía, la libertad y la responsabilidad.

La segunda actitud que quisiera considerar está un poco olvidada hoy día y en realidad "no tiene buena prensa". Me refiero a la obediencia. Paradójicamente, Jesús, que ha realizado este acto de libertad al quedarse en el templo, vuelve con sus padres y les obedece. Pero puede hacerlo porque ya no es el mismo: la experiencia del templo le ha hecho tomar una nueva conciencia de sí. Sabe que no es sólo el hijo de María y de José, sino Hijo de Dios, descubre su identidad más profunda, reconoce su vocación: ocuparse de las cosas de su Padre. El Jesús que volvió a Nazaret es alguien que ha empezado a vivir la entrega de sí mismo, que culminará en la Pascua. De hecho, Lucas relata el episodio en términos de pascua: Jerusalén, el templo, los doctores de la ley... Es decir todos los protagonistas y contextos que algunos años más tarde reaparecerán en la Pasión y Resurrección del Señor. Y fundamentalmente, el signo de los tres días de angustia, seguidos de la alegría del reencuentro es un claro signo de muerte y comienzo a una vida nueva.

La aceptación de normas y límites, la capacidad de obedecer sólo se puede realizar desde esta perspectiva de crecimiento, desde este continuo paso a vida nueva, desde la continua maduración de la conciencia personal, en sintonía con la voluntad del Padre. Hoy, en cambio, parecería existir cierto miedo a la autoridad, parecería que a veces no sabemos cómo ejercerla o que no sabemos como inspirar una obediencia libre. Tal vez tengamos que volver a reconocer que poner límites, decir "no", proponer valores que requieren sacrificios es también necesario para el crecimiento de las personas a las que amamos.

P. Gerardo Galetto

(1) En el pasaje de las bodas de Caná que relata Juan hay una situación similar: Jesús tiene que empezar a actuar en público, tiene que salir de su vida oculta y privada. Pero a diferencia del pasaje de Lucas, aquí es María la que lo anima a dar ese paso, que Jesús parecería no comprender todavía.

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