Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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sábado, 15 de agosto de 2009

Asunción de la Virgen María

La liturgia de hoy está dedicada a una de las celebraciones más importantes para nuestra fe: “la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo”.


En esta misa se recuerda, en primer lugar, la esperanza de la Iglesia y de cada uno de nosotros; porque lo que estamos celebrando es el cumplimiento en María de las promesas hechas a nosotros, promesas de vida, de gloria, de felicidad eterna junto a Dios.


Lo que hoy celebramos es que la Virgen no conoció la corrupción del sepulcro. Esto tiene que ver con otro aspecto de nuestra fe, que es el hecho de que María fue librada de toda mancha de pecado, incluso desde el momento en que fue concebida.


Para nosotros los creyentes, la muerte -y la corrupción corporal que ella entraña- es una triste consecuencia del rechazo a Dios, de la negativa que es el pecado.


La primera lectura de hoy nos hablaba de eso: "en Adán, todos mueren..." Todos heredamos la negativa y el rechazo de Adán, símbolo de la soberbia y la dureza de corazón de todo el género humano. Al apartarse de Dios, que es fuente de la vida, el hombre no puede sino engendrar tristeza, corrupción y muerte.


Este misterio de la Asunción tiene que ver con la esperanza que Jesús nos ha prometido, que es la esperanza de redención de nuestra vida terrena, anticipo de la eterna. Los cristianos esperamos la vida eterna para toda nuestra persona: no solamente esperamos la resurrección de nuestra alma, sino también la de nuestro cuerpo. En María, celebramos que el cuerpo está llamado a participar de la gloria. Éso es lo que decimos cuando renovamos nuestra fe: “creo en la resurrección de la carne”.


¡Qué importante que es nuestra corporalidad, qué importante que es nuestra materialidad, qué importante que es nuestra condición terrena! Dios también tiene en cuenta todas esas dimensiones de la realidad, ¡todo nuestro ser está llamado a participar de la gloria de Jesús! Ésto es lo que hoy celebramos.


La segunda lectura nos hablaba precisamente de esto, al decirnos que la esperanza en la resurrección tiene distintos grados de cumplimiento: “en Adán todos mueren, pero en Cristo todos están llamados a la vida, según el orden que le corresponde: Cristo el primero de todos, luego aquellos que estén unidos a Él”; también por eso María, que es quien más unida estuvo a Jesús, participa primero de la plenitud de la salvación.


Ojalá entonces que esta fiesta nos ayude a recordar todo lo que ello significa en concreto. La gloria es el signo del amor de Dios que se tiene que hacer vivo y operante, todos los días de nuestra vida. Para un creyente la gloria es el amor. Dios es gloria y Dios nos llama a la gloria porque nos ama y porque ha derramado su amor en nuestros corazones. En definitiva, no hay otro camino para un cristiano que amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.



También, y para terminar, vamos a pedirle a la Virgen que nos fortalezca en la marcha del camino para que no nos equivoquemos de rumbo, para que no perdamos de vista esta vocación a la cual todos hemos sido llamados, para que no nos olvidemos para qué fuimos creados: nuestro destino y nuestra vocación es la gloria, es decir la plenitud en Dios. Eso lo tenemos que ir realizando todos los días de nuestra vida, mientras dure nuestra peregrinación en este mundo.


Vamos a pedirle también a la Virgen que nos proteja de todo aquello que pueda apartarnos del camino, de todo aquello que pueda debilitar esta vocación en nosotros. La gloria, la vida y el amor, todo esto requiere una lucha contra el egoísmo, contra el mal y contra su instigador que es el demonio.


La primera lectura de hoy nos presentaba una interpretación de la historia en la cual la Virgen tiene un protagonismo muy grande: la imagen de la mujer que vence al dragón, una mujer que vence al mal, al mal que hay en nosotros, al mal que actúa en la historia, al mal que muchas veces nosotros provocamos. Sin embargo Dios es más fuerte que todo eso. Al mismo tiempo, podemos sentirnos protegidos por la presencia materna, por la presencia bondadosa, por la presencia fuerte de la Virgen que es signo de esperanza en nuestro camino.

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