Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

_______________________________________________________

:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


_____________________________________________

domingo, 9 de agosto de 2009

Homilía Dominical

19º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas

1 R 19, 4-8
Ef 4, 30 - 5, 2
Jn 6, 41-51

En primer lugar, feliz día a todos los niños que están hoy aquí presentes.

Ayer vivimos una celebración muy linda preparada por los equipos de catequesis y de infancia misionera. Aprovecho para agradecerles, nuevamente. Fue un momento que me pareció muy importante y que queremos continuar con la celebración de esta Eucaristía donde rezaremos por los chicos y chicas de nuestra parroquia y también por sus familias.

Y aprovecharía para decirles a ustedes, queridos chicos, que den gracias a Dios por esta etapa de la vida que es tan linda y es tan importante; que vivan este tiempo de la infancia y la niñez como un momento fundamental en su historia. Es un momento que, seguramente, los ayudará para el día de mañana, para cuando ya dejen de ser niños, para cuando sean un poco más grandes.

También quiero pedirles que aprendan a ser solidarios con tantos otros chicos y chicas que no conocen a Jesús o que, tal vez, no tienen todas las cosas que ustedes sí pueden tener.

Quiero además dirigirme a las familias, para invitarlas a estar siempre cerca de la educación de sus hijos. Como párroco, deseo agradecerles que tomen este compromiso que ustedes asumen en la catequesis parroquial y animarlos para que descubran la importancia que tiene todo lo que puedan dar a sus hijos; a veces, creo que el efecto que puede tener es mucho más de lo que nosotros nos damos cuenta. Seguramente esto se verá el día de mañana y mi propósito es alentarlos a que no se desanimen en esta tarea.

Y también a que nos comprometamos todos con los grandes problemas de la infancia, no solamente con aquellas situaciones que tienen que ver con los hijos propios, sino con todos los problemas de la infancia del mundo de hoy.

Es cierto, muchas veces hay mucha injusticia en torno a la infancia en la sociedad del mundo de hoy. Así que también, quiero animarlos a que, como adultos, siempre estemos muy atentos a los niños, no solamente a los nuestros sino a todos, para que puedan afrontar este momento de la vida de acuerdo con todos aquellos derechos que les corresponden y que nosotros también nos podamos comprometer en este camino.

Creo que hay muchísimo por hacer y quienes somos discípulos de Jesús tendríamos que llevar en esto la delantera, porque Jesús, en su prédica y en su acción, tuvo especialmente presentes a los débiles y a los niños. Es más, nos dice que tenemos que hacernos como ellos para entrar en el reino de los cielos. Seguramente, no porque pretendía infantilizar nuestra vida, sino porque pretendía, tal vez, ayudar a descubrir algunas características de la infancia que siempre tendrían que acompañarnos: la libertad, la alegría, la espontaneidad, el no estar tan pendiente del qué dirán, de los prejuicios y, fundamentalmente, descubrir que lo más propio de un niño es crecer. De modo que la propuesta de Jesús supone una invitación a un crecimiento continuo en todos los aspectos de nuestra vida. Vamos a pedir, entonces, por todas estas cosas en la liturgia de hoy.

En las lecturas que acabamos de escuchar, Juan habla del Pan Vivo bajado del cielo, que es precisamente el mismo Jesucristo y que además se nos da en el sacramento de la Eucaristía. Es un tema tan importante que hace varios domingos que venimos escuchando a Jesús hablando de esto y hemos podido verlo al mismo Jesús, cuando habla del pan de vida, referirse a distintos acontecimientos del Antiguo Testamento para que podamos entender mejor lo que significa la enseñanza sobre esta cuestión.

El domingo pasado, por ejemplo, Jesús se refería al acontecimiento del maná; el pan que bajó del cielo sobre el pueblo de Israel cuando estaba en el desierto.

Hoy también Jesús en el Evangelio dice: “Sus padres comieron en el desierto el pan, pero murieron” y explicó “todo el que coma de éste pan, no morirá jamás”. Esta parte del discurso de Jesús, también hace referencia a los profetas.

La primera lectura de hoy nos habla de una situación muy compleja y que muestra una enseñanza muy importante. Nos habla de un profeta que se llamaba Elías, era un hombre que se había enfrentado con los poderosos y sobre todo con el rey Ajab y su esposa, Jezabel. Este rey era un hombre muy injusto, que había cometido muchos atropellos y Elías se enfrentó con él, por eso tuvo que escapar. El profeta Elías era un hombre muy creyente, y sin embargo en la lectura escuchamos que parece perder la fe. “Entonces el profeta tuvo miedo y se deseó la muerte y exclamó a Dios: 'quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres'.”

Creo que nosotros, que somos adultos, entendemos que lo que se nos está diciendo en este texto es realmente muy duro. El profeta perdió la fe, pero no solamente la fe en Dios, sino también la fe en sí mismo, quizás eso es mucho más peligroso que los enemigos externos que tenía. Esto puede pasarnos a nosotros o también a gente que conocemos: es la tentación del desánimo. Por las dificultades, las desilusiones, que pueden ir apagando el deseo de vivir que es tan natural y que está tan marcado en nuestro corazón.

A esta tentación de pensar que nos va mal, que la vida no tiene sentido, que las dificultades que debo afrontar son más que las fuerzas que tengo, la tenemos que rechazar. Y también hay otra tentación que aparece, cuando Elías dice: “yo no valgo más que mis padres”, ... “No valgo”, “lo que hago no sirve”, “mi vida no tiene sentido”. Es un grave error: ¡todos somos valiosos a los ojos de Dios! Cada uno de nosotros tiene un valor infinito y a esto nunca lo podemos perder de vista, sobre todo cuando nos asalten las dificultades del camino.

El pan de vida es Jesucristo, es Él quien nos tiene que dar la alegría y la fuerza para superar nuestras angustias y para recuperar el entusiasmo que seguramente Él espera de nosotros.

Por último, me parece importante que eduquemos a los más pequeños en este espíritu de confianza, de autoestima, en este espíritu de amor a la vida. Eso es el cristianismo: Jesucristo ha venido, ha muerto y ha resucitado para que nosotros tengamos vida y vida en abundancia.

P. Gerardo Galetto


No hay comentarios:

Publicar un comentario