Nuestra Señora de Belén

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Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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martes, 4 de agosto de 2009

Misa en honor del Santo Cura de Ars

Ars (Martes, 04-08-2009, Gaudium Press)

En pleno día del Sacerdote, efeméride creada para homenajear al patrono de los presbíteros, San Juan María Vianney, el Cardenal Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, fue a la ciudad natal del santo sacerdote, en Francia, donde presidió una misa solemne. En el 2009, se cumplen 150 años de la muerte del sacerdote, hecho que inspiró al Papa Benedicto XVI a convocar un Año Sacerdotal como período jubilar de reflexión.Después de la misa, las celebraciones en Ars en honor a San Juan María Vianney continuaron a la tarde con una procesión con la reliquia del corazón del santo y con la celebración solemne de las vísperas, realizada en la propia basílica d'Ars.

"Este Año Sacerdotal tiene delante de sí como modelo al Santo Cura d'Ars para todos los sacerdotes del mundo. Su significado es grande para todos los sacerdotes en estos tiempos. Aunque estemos un poco distantes, en otra cultura, en otra época histórica, su mensaje es siempre muy válido", afirmó el Cardenal en la celebración.

En la homilía de su celebración de esta mañana en Ars, el prefecto de la Congregación para el Clero dijo además que la sociedad moderna se encuentra dispersa en rebaños de "ovejas sin pastores" y que por eso ser sacerdote quiere decir "ser misionero, ser enviado para el anuncio de la Buena Nueva a todos los hombres, comenzando por los pobres". Para eso, afirma, los sacerdotes deben participar de la "caridad pastoral de Cristo", "orando sin cesar y con amor incondicional", pues sólamente así se tornarán unos "buenos pastores que donan la vida por los demás".

En la conclusión de la homilía, el purpurado destacó el papel de la familia en el nacimiento de las vocaciones: "Las estadísticas francesas revelan que muchos seminaristas provienen de familias profundamente cristianas. Por eso, los núcleos familiares deben ser verdaderas iglesias domésticas, focos ardientes de fe y de amor y de oración conjunta". A los padres de familia, aconsejó que "no tengan miedo de que el Señor escoja a uno de sus hijos para hacerlo sacerdote; al contrario, atrévanse a pedir a Dios la gracia de una vocación sacerdotal en la familia. Descubrirán que dar un hijo a la Iglesia es una verdadera bendición".

Mons. Claudio Hummes reveló que quiere aprovechar su estadía en Francia para visitar también otros santuarios pidiendo por los sacerdotes y llevando el mensaje del Año Sacerdotal. "Iré a Lisieux para orar con Santa Teresita pidiendo que ella continúe intercediendo constantemente por los sacerdotes (...) Después, quiero ir también al Sacre-Coeur de Montmartre, en París, porque el Sagrado Corazón de Jesús tiene una especial importancia para los propios sacerdotes. Por fin, a Lourdes, a rezar por los sacerdotes enfermos".

Carta del Cardenal Claudio María Hummes a los sacerdotes con motivo del día del Santo Cura d'Ars.


Jesús dijo: "Yo no vine a juzgar al mundo, sino para salvarlo" (Jn 12,47).

Queridos Presbíteros,

La actual cultura occidental dominante, siempre más difundida en todo el mundo, a través de los medios de comunicación global y de la movilidad humana, también en los países de otras culturas, presenta nuevos desafíos, no de poco empeño, para la evangelización. Se trata de una cultura marcada profundamente por un relativismo que rechaza toda afirmación de una verdad absoluta y transcendente y, en consecuencia, arruina también los fundamentos de la moral y se cierra a la religión. De esa forma, se pierde la pasión por la verdad, relegada a una "pasión inútil". Jesucristo, sin embargo, se presenta como la Verdad, el Logos universal, la Razón que ilumina y explica todo lo que existe. El relativismo, además, viene acompañado de un subjetivismo individualista, que pone en el centro de todo al propio ego.

Por fin, se llega al nihilismo, según el cual no hay nada ni nadie por lo cual vale la pena donar la propia vida entera y, por lo tanto, la vida humana carece de un verdadero sentido. Entretanto, es necesario reconocer que la actual cultura dominante, post-moderna, trae consigo un gran y verdadero progreso científico y tecnológico, que fascina al ser humano, principalmente a los jóvenes. El uso de este progreso, infelizmente, no tiene siempre como fin principal el bien del hombre y de todos los hombres. Le falta un humanismo integral, capaz de darle su verdadero sentido y finalidad. Podríamos referirnos aún a otros aspectos de esa cultura: consumismo, libertinaje, cultura del espectáculo y del cuerpo. No se puede, asimismo, no subrayar que todo eso produce un laicismo, que no quiere a la religión, hace de todo para debilitarla o, al menos, relegarla a la vida particular de las personas.

Esa cultura produce una descristianización por demás visible, en la mayoría de los países cristianos, especialmente en Occidente. El número de vocaciones sacerdotales decayó. Disminuyó también el número de los presbíteros, sea por la falta de vocaciones sea por el influjo del ambiente cultural en que viven. Tales circunstancias podrían conducirnos a la tentación de un pesimismo desestimulante, que condena el mundo actual, e inducirnos a la retirada para la defensiva, en las trincheras de la resistencia.

Jesucristo, a su vez, afirma: "Yo no vine para juzgar al mundo, sino a salvarlo" (Jn 12,47). No podemos ni desanimarnos ni tener miedo de la sociedad actual, ni simplemente condenarla. ¡Es necesario salvarla! Cada cultura humana, también la actual, puede ser evangelizada. En cada cultura hay "semillas del Verbo", como aperturas para el Evangelio. Ciertamente, también en nuestra actual cultura. Sin duda, también los así llamados "post-cristianos" podrían ser tocados y reabrirse, si fuesen llevados a un verdadero encuentro personal y comunitario con la persona de Jesucristo vivo. En tal encuentro, cada persona humana de buena voluntad puede, por Él, ser alcanzada. Él ama a todos y golpea a la puerta de todos, porque quiere salvar a todos, sin excepción. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, para todos. Es el único mediador entre Dios y los hombres.

Queridísimos Presbíteros, nosotros, pastores, en los tiempos de hoy, somos llamados con urgencia a la misión, sea "ad gentes", sea en regiones de países cristianos, donde tantos bautizados se alejaron de la participación en nuestras comunidades o, hasta perdieron la fe. No podemos tener miedo ni permanecer quietos en casa. El Señor dijo a sus discípulos: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?" (Mt 8, 26). "No se prende una lámpara y se coloca debajo de una vasija, sino en el candelero, para que ilumine a todos los que están en casa" (Mt.5,15). "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura" (Mc 16,15). "Aquí estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de los siglos" (Mt. 28,20).

No lanzaremos la semilla de la Palabra de Dios apenas desde la ventana de nuestra casa parroquial, sino que saldremos a campo abierto de nuestra sociedad, comenzando por los pobres, para llegar también a todas las clases e instituciones sociales. Iremos a visitar a las familias, a todas las personas, principalmente a los bautizados que se alejaron. Nuestro pueblo quiere sentir la proximidad de su Iglesia. Lo haremos, yendo a nuestra sociedad con alegría y entusiasmo, seguros de la presencia del Señor con nosotros en la misión y seguros de que Él golpeará la puerta de los corazones a los cuales lo anunciaremos.

Cardenal Claudio Hummes
Arzobispo Emérito de San Pablo
Prefecto de la Congregación para el Clero

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