Homilía Dominical

20º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Pr 9,1-6
Ef 5,15-20
Jn 6,51-59

Seguimos escuchando a Jesús hablar del pan de vida, y para entender mejor lo que significa este discurso hoy la liturgia lo acompaña en la primera lectura con el relato del libro de los Proverbios, que nos habla de la Sabiduría y de la imagen de un banquete. La imagen del banquete es un símbolo universal, de todas las culturas, inclusive la nuestra contemporánea, que sugiere la experiencia del compartir, del encuentro, de la alegría.

Más o menos en la misma época en que se escribió la primera lectura, en Grecia se escribía una de las obras de filosofía que más ha influído en la historia del pensamiento hasta hoy: y se llamaba precisamente "El Banquete"(1). En ella se habla de una fiesta, y se relatan las conversaciones que tienen los invitados a la mesa. Todo el libro, en realidad, tiene como tema la sabiduría que buscan los hombres. Para estos filósofos la sabiduría requería esfuerzo y construcción personal, pero al mismo tiempo no se la podía alcanzar solo: era necesario el diálogo y el encuentro con los demás, así como el compartir las propias opiniones y fundamentalmente, escuchar la de los demás.

El libro de los Proverbios también nos habla de un banquete que ofrece la Sabiduría. Pero a diferencia de los griegos, aquí no se habla de una sabiduría abstracta, meramente intelectual: la Sabiduría aquí es bien concreta, es más, parece ser una persona que habla y que llama. La Sabiduría de los judíos no era meramente académica: el sabio era un hombre práctico, capaz de actuar con sensatez. Y no se trata de un esfuerzo solamente humano: es un don, que se ofrece gratuitamente, incluso a los "que están faltos de inteligencia": no hay prerequisitos, ¡todos estamos invitados!

Así, tal vez, entendamos mejor lo que significan las palabras de Jesús, cuando nos invita a su banquete: "Vengan a comer mi carne y a beber mi sangre, para tener vida eterna". Compartir la mesa es un símbolo de compartir la vida. Y en el banquete de Jesús es Él mismo, la Sabiduría encarnada, quien nos ofrece su propia vida eterna.

¿Qué conclusiones podemos sacar de estas palabras?

En primer lugar, pienso que el símbolo de la mesa se está perdiendo en nuestra patria. En muchas familias, la mesa no es ámbito de encuentro ni de comunión. Qué triste que muchos hogares de nuestro país no tengan una mesa, o qué poner sobre ella. Qué triste que muchos chicos y chicas no coman en la mesa del hogar, sino en otras instituciones... El esfuerzo y la generosidad de estas instituciones y de las personas que en ellas trabajan es, muchas veces, enorme y heroico, pero qué triste que nosotros nos acostumbremos a esta realidad y no intentemos otras soluciones para devolverle al hogar y a la familia el lugar que les corresponde.

Nosotros celebramos en cada Eucaristía "el banquete del Señor", "el pan de vida": pidamos, entonces, la gracia y el coraje para hacer algo por la vida de los demás.

P. Gerardo Galetto

(1) El Banquete, de Platón. Escrito aproximadamente en el 380 A.C. El libro de los Proverbios habría sido redactado en su versión definitiva en el siglo V A.C.